Primitivo empezó en medio de la cuarentena por el COVID-19, Al sufrir un trastorno de personalidad (borderline), el cual me habían diagnosticado el año anterior (2019), había estado hospitalizada, estaba tomando medicamentos y me habían tenido que operar de un tumor en un ovario dos veces en enero 2017 y en marzo 2020. Estaba en ceros, sin trabajo, deprimida, no sabía que quería hacer con mi vida.
Soy publicista, ya me había graduado de la universidad, pero no me hacía feliz trabajar en agencia de publicidad (aparte del mal pago y la explotación) no me motivaba a vender productos que muchas veces todos sabíamos que hacían daño a la sociedad, como las gaseosas, etc. (sentía que era como venderle al alma al diablo).
Todo esto se juntó con la pandemia: La incertidumbre y la ansiedad eran el pan de cada día. Fue entonces que empecé a hacer un ritual matutino: Cuidar mis plantas, confieso que me ayudo muchísimo a sanar; Al cuidarlas podía visualizarme a mí como si fuera una planta que estaba marchita y recibiendo esa porción de agua cada día, aunque podría verme marchita en el presente, esa porción de agua diaria me ayudaría a estar bien en un futuro, (visualizar sirve). Después de esto empecé a pensar que quería que mis plantas tuvieras sus propias materas, Le pedí a mi hermana que me regalara un curso en Domestika para distraerme mientras estábamos en cuarentena y me encontré con la cerámica. En el fondo de mi corazón y siempre había querido estudiar artes plásticas, pero en Colombia si no tienes una profesión que te genere dinero, no sirve, por lo que estudie publicidad.
Así que compré los materiales, y en la sala de mi apartamento: puse una tabla de madera, usé el rodillo de hacer pizza de la cocina, todo era muy precario, sin embargo una vez pude tener contacto con el barro, fue algo mágico, pude concentrar mi mente por horas modelando el material, era como una especie de meditación: Mi ansiedad, la incertidumbre, la depresión, todo se iba a un lado por un momento; Pienso que el barro al ser parte de nuestra tierra, es materia viva (es mi teoría), por lo tanto recibe energía, porque muchas veces lo he sentido así, cuando voy a mi taller a hacer cerámica, es como un intercambio, el recibe toda esa energía que me carga y yo en cambio quedo libre de ansiedades y frustraciones.
No te voy a decir que en la cerámica todo es perfecto, porque creo que es justamente lo contrario. Mi necesidad de control, mi poca o mínima resistencia a la frustración, se han visto de la cara con un material y un acabado que dentro del horno hace lo que quiere, reacciona como el desea (o buena su química desea). Y que, aunque hayas puesto todo tu empeño en hacer algo bien, si te olvidaste de un detalle (a veces el más mínimo) todo se puede dañar.
Mucha gente cercana me ha dicho que no entiende como una persona con tan poca resistencia a la frustración puede hacer un trabajo que resulta ser tan frustrante y desesperanzador a veces; Y yo he entendido que es justamente eso, el estar tan cerca a la frustración tantas veces hace que uno empiece a crear una especie de inmunidad, una coraza; Las cosas que me ponían a llorar al inicio ya son el pan de cada día, si una pieza se rompe, simplemente debemos reciclar y seguir. Si un esmalte no salió como esperaba simplemente debo averiguar que paso, corregir errores y volver a intentarlo, y ¿Esto no se parece a algo que llamamos “VIDA”? Mas de una vez tenemos que dejar a un lado los pensamientos de culpa, victimización; secarnos las lágrimas, limpiarnos la cara para luego levantarnos de nuevo y seguir adelante.
Me gusta esa nueva faceta de mí misma, teniendo que untarse las manos de barro, con un rollo en el cabello, cero maquillaje. Confieso que antes yo era muy fresa (en Colombia le decimos a esto cuando alguien es muy delicada) si, y todavía lo sigo siendo, no tanto como antes, La cerámica ha sido mi escuela de vida, me ha vuelto una mujer empoderada, con fuerza, que no le importa si le toca ensuciarse, que muchas veces entre semana no está arreglada, porque está metida en su taller ensuciándose las manos ¡Creando!.
¡Se que me puse un poco sentimental, perdón! Soy bastante o muy melancólica y este video me hizo recordar que, al inicio, no teníamos nada; sin embargo, teníamos todas las ganas de iniciar algo grande, no sabía a donde me iba a llevar esto, aun no lo se muy bien, solo quería hacer algo que amo, que me hiciera feliz.
Anteriormente no tenía nada, empecé este proyecto con 80.000, no tenía ni horno, ni torno, ni mesa, ni herramientas, nada. Empecé a comprar cosas poco a poco, llevaba las piezas en mi carro a hornearlas, muchas veces se me rompían en el camino, las recogía y tenía que esmaltarlas en mi casa para nuevamente llevarlas, a veces se dañaba el esmalte en el camino, el tráfico en Bogotá es muy difícil (se me podía ir un día entero llevando cosas) y sin contar los costos elevadísimos de las quemas. Muy ingenuamente acepté varios trabajos de piezas muy grandes y muy baratos de 45 cm diámetro aprox., en donde no sabía la complejidad que tenían, pero al retarme a hacerlas pude aprender muchísimo, arriesgarse a salir de la comodidad, a hacer cosas nuevas es lo que nos hace aprender y podamos crecer.
Te dejo el videito de nuestros inicios como: Primitivo Studio Pottery.
Espero lo disfrutes.
Juliana Pérez – Directora Creativa Primitivo Pottery.